Pamela Ríos, Responsable País de Fundación Avina en Chile, busca en su liderazgo que los otros brillen. Hoy forma parte de la primera generación de la Comunidad de Liderazgo Colunga y desde ese rol reflexiona sobre los desafíos actuales que enfrenta la humanidad a nivel global y local desde sus liderazgos.
Como Responsable País de Fundación Avina, a Pamela Ríos -Trabajadora Social con Magister (c) Administración de Empresas- le toca dirigir programas y proyectos a nivel nacional y latinoamericano en roles de articulación entre sector empresarial, gobiernos y sociedad civil. Con más de 25 años de experiencia facilitando espacios de articulación y colaboración, reconoce que a nivel personal está en la búsqueda constante de conectar los espacios de creatividad y tecnología con proyectos globales que busquen impactar positivamente en la sociedad.
Un día de octubre, desde un café en Vilcún, en la Región de La Araucanía, donde vive, se da el tiempo de repasar el viaje que hizo por España donde visitó diversos Fab Labs, espacios de fabricación digital que brindan acceso a herramientas avanzadas (como impresoras 3D, cortadoras láser y fresadoras CNC) que permiten a personas y comunidades crear, prototipar y desarrollar productos o proyectos a bajo costo y, con ello, promueven la innovación abierta, el aprendizaje práctico y la colaboración entre disciplinas como la ingeniería, el diseño y la artesanía.
La pasantía fue parte del programa de formación de la Comunidad de Liderazgo Colunga, que Pamela integra desde principios de 2024 cuando el programa arrancó con la idea de formar y conectar a líderes y agentes de cambio dentro de organizaciones de la sociedad civil, con el fin de potenciar su capacidad de generar impacto en las comunidades en las que operan. “Para mí ha sido un espacio de inspiración. La decisión de generar comunidad, de conocernos, de acompañarnos y de respetarnos en nuestras diferencias”, comenta.
Creo que hay un desafío grande en Chile que tiene que ver con el reconocimiento de otros hacia los liderazgos
¿Qué viste afuera que encuentras que es de valor para ti y para Chile?
–Por un lado, pude ver experiencias aplicables a nuestra realidad en Chile, en América Latina, en donde la tecnología puede estar más al contacto de la persona usuaria, común y corriente y generar, más que soluciones tecnológicas, nuevas maneras de pensar y encarar una situación. Veo que hay una posibilidad de réplica en Chile muy grande, donde se pueden generar espacios donde se democratiza el uso de la tecnología.
Pero por otra parte, me pareció súper interesante conocer cómo actúa el modelo Fab Lab. Porque parte de lo que yo hago también es promover la generación de redes y articulaciones. El Fab Lab es un modelo muy gringo, viene del MIT. Los gringos son muy buenos para organizar. Entonces tienen un sistema súper claro. Y creo que esa organización le haría muy bien a algunas redes que conozco en nuestros países.
Entendiendo que el paso por el programa de Comunidad de Liderazgo Colunga es en red, ¿cuáles son los principales desafíos que ves en tu área, desde el punto de vista del liderazgo?
–Creo que hay un desafío grande en Chile que tiene que ver con el reconocimiento de otros hacia los liderazgos. Esto está marcado por cuestiones muy típicas de Chile, que tienen que ver con que somos un pueblo donde todos se conocen, con todos.
En Chile, de alguna manera, para ejercer liderazgo es importante el colegio del que saliste, dónde estudiaste. Hay una especie de élite que se reconoce a sí misma y que valida liderazgos en distintos ámbitos, no sólo en el ámbito social, sino en el ámbito económico. Son las mismas familias que salen de los mismos colegios, que se encuentran el fin de semana en los mismos lugares. Creo que hay un desafío de permear los liderazgos, de aceptar y reconocer como sociedad liderazgos distintos.
El segundo desafío es que estos mismos liderazgos aprendan a vincularse con la sociedad en su totalidad y aprendan a vincularse con la comunidad. Creo que es esa escucha de lo comunitario, esa permeabilidad a que lleguen nuevos liderazgos. El desafío que tenemos es que se queden los mismos de siempre, con sus amigos de siempre.
Otros desafíos que también veo, específicamente con la sociedad civil, y luego de haber compartido con la comunidad, tiene que ver con esta tensión entre la supervivencia de nuestras organizaciones y el poder ir más allá. Muchas veces quienes estamos ejerciendo liderazgo, tenemos un rol muy fuerte en hacer que la cosa funcione. Entonces hay mucho desgaste, tiempo, energía dispuesta en que no se nos muera la organización. Y otra energía puesta en proponer cambio social, ir más allá, tener una edición. Siempre hay tensión entre estos dos grandes ámbitos de responsabilidad.
Cuando te diste cuenta que ejercías un rol de liderazgo o que otras personas te consideran líder?–Me ha tocado desde hace muchos años tomar roles de líder en el mundo laboral, llevo 30 años trabajando y diría que en los últimos 20 he tomado roles de liderazgo. No es que me haya dado cuenta, sino que pasó nomás.
Mi tipo de liderazgo tiene que ver con buscar que los otros brillen. Si me pudiera representar en un esquema, yo diría que a mí me encanta estar en la banca mirando cómo otros juegan el partido. Me encanta felicitar al que hizo el gol, porque a mí me importa más que el otro haga el gol a que yo aparezca en la foto, digamos. Eso es para mí mi manera de hacer liderazgo.
Desde tu experiencia, trabajando desde el desarrollo organizacional y facilitación de grupos no solo a nivel nacional, sino también con otros países, ¿cuál es tu visión del Chile de hoy y dónde crees que necesitamos crecer?
–Yo creo que la visión del Chile de hoy está cruzada por la visión del mundo de hoy.
Estamos en un momento complejo como humanidad, no sólo en Chile. El lunes 7 de octubre se cumplió un año del inicio de la guerra entre Israel y Palestina. Llevamos años en la guerra entre Rusia y Ucrania. Veo que el mundo está complicado. Y parte del problema es que Chile se mira mucho como isla.
¿Desde una perspectiva local, qué desafíos ves que enfrentamos en el corto plazo?
–En Chile hay un desafío que tiene que ver con el descrédito de las instituciones. El caso Convenios, con las organizaciones de sociedad civil, el Caso Audios, las universidades, la justicia. Creíamos que éramos un país donde las instituciones funcionan, pero parece que son más porosas, más complicadas de lo que creíamos. Esa crisis de confianza, que puede ser muy buena, porque ayuda a entender que hay cosas por mejorar, también muestra su cara de que es fácil no creerle nada a nadie, y una especie de ‘anarquía’ y desapego de la institucionalidad y lo público.
Y lo último, asociado a esto mismo, es un descrédito de la democracia. Ahí también hay un desafío. Tú miras un país muy destemplado, donde las redes sociales te ayudan a decir cualquier cosa. Puedes decir cualquier estupidez y no te pasa nada, puedes tirar una frase incendiaria en una red social y da lo mismo. Y eso se sigue reproduciendo.
En estos tiempos de policrisis y desconfianza, desde tu perspectiva, ¿qué rol debería cumplir la sociedad civil hoy para enfrentar este momento?
–Yo siento que hay una oportunidad tremenda para la sociedad civil de ser una especie de pegamento. Cuando decimos policrisis, yo siento algo fragmentado. Uno puede ir armando pegamento. En otra época, ese era el rol de las iglesias. Hoy es de la sociedad civil, una súper diversa, que puede ir siendo pegamento en los territorios de las comunidades. Tú llegas a un territorio a trabajar directamente con la comunidad, ves cómo esos espacios de sociedad civil se juntan con el espacio público, y se puede construir. Se puede activar esperanza. Yo creo que ese es un rol que nos toca y que nos podemos hacer cada vez más cargo.
¿Y cuál sería ese rol de la sociedad civil en torno a la protección y bienestar de la niñez?
–Yo lo veo en distintos niveles. Uno tiene que ver con lo territorial, ya sea rural o urbano, y la posibilidad de una sociedad civil que genera cuidado: esto de sentirse cercano, proteger, de un cuidado local. También tiene que ver con una sociedad civil observante de la gestión del Estado en su rol de cuidado hacia la niñez. Es el rol de una sociedad civil que observa, que monitorea, que cuida, que busca política pública, que muestra cuando hay una problemática, que estudia. No puedes hacer activismo por activismo, si todos nos arremangamos las manguitas y vamos a limpiar los ríos, fantástico, pero no se soluciona el problema. Porque el problema está más aguas arriba.