En Chile, la pobreza en la niñez y adolescencia se mide por la falta de dinero de los hogares, pero el llamado hoy, según explica Samanta Alarcón, coordinadora de Observatorio Niñez de Fundación Colunga, es a medir las carencias de la niñez desde sus necesidades.

Hace un par de meses, el Ministerio de Desarrollo Social y Familia publicó los resultados de CASEN, la encuesta que mide la pobreza en Chile. Los resultados trajeron buenas noticias: la pobreza en Chile ha disminuido. Sin embargo, las cifras en niñez siguen siendo altas. De los más de 4,7 millones de menores de 18 años que hay en el país, aún existe medio millón de niñas, niños y adolescentes que viven en hogares donde al mes no alcanzan los recursos económicos mínimos para vivir.

El problema es que, como nuestro principal instrumento para medir este fenómeno tiene una limitación y mide la pobreza infantil a través de los ingresos de los hogares, y no de las necesidades que afectan particularmente a niñas, niños y adolescentes -lo que sería una “medición multidimensional”-, este es solo un número aproximado; es decir, la cifra es mayor. Según la propia Casen, 851.035 niñas, niños y adolescentes viven en hogares que se encuentran en situación de pobreza multidimensional. Pero en la medida que los datos que estamos observando ignoran dimensiones de sus vidas relevantes para la creación de políticas públicas que nos ayuden a garantizar su bienestar, estamos enfrentando el problema de la pobreza desde un punto ciego.

De los más de 850 mil niñas, niños y adolescentes que vive en hogares con pobreza multidimensional, uno de cada cinco ha presenciado balaceras o disparos en el área cercana a su vivienda.

Más allá de esa brecha, a la luz de los datos que arrojó Casen 2022, desde Observatorio Niñez de Fundación Colunga hicimos una lectura de la encuesta buscando qué dice de niñas, niños y adolescentes. El resultado es Niñez y Pobreza, una agenda temática que compila varios hallazgos:

  • De los 4.705.266 niños, niñas y adolescentes que representa Casen 2022, 12,9% vive en un hogar que presenta algún nivel de hacinamiento y el 36% de la niñez hacinada, cumple con múltiples dimensiones de la pobreza, como malnutrición, falta de educación y/o seguridad en su entorno.
  • De los más de 850 mil niñas, niños y adolescentes que vive en hogares con pobreza multidimensional, uno de cada cinco ha presenciado balaceras o disparos en el área cercana a su vivienda.
  • 39,1% de los niños y niñas entre 0 y 5 años no están asistiendo hoy a espacios de educación parvularia.
  • 26,3% de los niñas, niños y adolescentes que viven en hogares pobres se ven afectados por problemas de malnutrición (sobrepeso, obesidad, desnutrición o riesgo de desnutrición).

Hacia una medición de la pobreza con dimensión de niñez

Lo que ocurre en Chile también se da en otros países: según explica la Red de Pobreza Multidimensional, la mayoría de los países del mundo tienen estadísticas permanentes sobre pobreza medida a través de los ingresos de los hogares. Pero, de la misma forma, muchos también están en proceso de diseño de un Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) nacional; mientras, otros ya lo han implementado. De hecho, desde 2015 Chile tiene una medición multidimensional para adultos. El tema es que aún no hay preguntas pensadas para necesidades propias de niñas, niños y adolescentes.

Mapa de la Red de Pobreza Multidimensional

Un país que sí lo ha hecho es Colombia, quienes en 2011 comenzaron a crear estudios aparte de las encuestas nacionales para profundizar en este enfoque. Así, por ejemplo, en su Encuesta Nacional de la Calidad de Vida miden cinco dimensiones: condiciones educativas del hogar, condiciones de la niñez y la juventud, salud, trabajo y condiciones de la vivienda y acceso a servicios públicos domiciliarios.

Específicamente en condiciones de la niñez, los indicadores registran cuánto asisten niñas, niños y adolescentes al colegio, si tienen o no rezago educativo por múltiples factores, además de barreras de acceso a salud, nutrición y educación inicial, e incluso el porcentaje de niñez que está dentro o fuera del mercado laboral.

El paso debiera encaminarse en ese sentido: porque así como lo ha hecho Colombia, avanzando hacia mediciones de pobreza infantil que pongan en el centro a las niñas, niños y adolescentes, incluyendo sus voces, nos aproximará en Chile a diseñar políticas públicas más eficientes para erradicar este problema. Mientras eso no ocurra, estamos buscando darle soluciones a un problema, pero al mismo tiempo ciegos ante él.

Samanta Alarcón es socióloga e investigadora de la Universidad Alberto Hurtado, Magíster en Políticas Públicas UC y Coordinadora de Observatorio Niñez de Fundación Colunga.