La directora ejecutiva de Fundación Sentido forma parte de la primera generación de la Comunidad de Liderazgo Colunga. En esta entrevista reflexiona sobre el cansancio y frustración que sienten quienes, como ella, lideran causas sociales y cómo hoy vive el reencantamiento con su misión, que la tiene dedicada a tejer redes más fuertes con stakeholders.
Margarita Guzmán, pedagoga y actriz de vocación, lleva casi dos décadas trabajando con niñas, niños y adolescentes cuyos derechos han sido vulnerados. Fundadora de la Fundación Sentido en 2012, a través de esta organización, creó el Programa de Preparación para la Vida Independiente de aquellas niñas y niños que residen en hogares de protección del Estado y también el primer programa de acompañamiento con vivienda para los jóvenes que deben egresar de los hogares a los 18 años. Por su rol como agente de cambio que busca soluciones a los desafíos de la niñez, a principios de 2024 fue invitada a ser parte de la primera generación de la Comunidad de Liderazgo Colunga. Y como parte de este programa, hace solo algunos días regresó de Estados Unidos, donde pasó una semana en la pasantía Leadership for the 21st Century en Harvard.
Estando allá dice que, inspirada, escribió la carta “¿No les duele?”, donde junto a una de sus redes hacían un llamado a abordar la dura realidad que afrontan los adolescentes que viven en hogares de protección justamente cuando, tras cumplir la mayoría de edad deben comenzar a hacer una vida autónoma. La carta, que fue publicada por el diario La Tercera, se hizo viral. Hoy, ya de regreso, dice que su paso por la formación internacional fue una inyección de energía que la impulsó no solo a moverse ella, sino también s sumar a otros a firmarla.
“Al viralizar la carta, contacté a todos mis stakeholders de la historia. El curso (de Harvard) me entregó la metodología, pero realmente me revivió y me trajo de vuelta muy empilada“, comenta Guzmán.
Para Margarita, el liderazgo ha sido un camino paulatino y orgánico. No fue algo que buscó, sino que descubrió con su poder de movilización cuando empezó a “hacer ruido” a los cinco años de haber creado Fundación Sentido.
Creo que somos una cultura esencialmente buena. Creo que hoy nos hemos separado, individualizado mucho y hemos olvidado el poder de lo curativo, de lo colaborativo y el poder del amor. Me gustaría a mí que esto fuera diferente
A pocos días de volver de la pasantía internacional en Harvard, ¿qué viste que consideras de valor para ti y para Chile?
–Me quedo con la experiencia pedagógica del curso, además de la estrategia. Como muy buenos gringos, fue mucha metodología. Se te ordena el mono sin que uno se de cuenta. Pero más que eso, pedagógicamente lo encontré muy bueno. Esto acompañado de que éramos de 77 países de los cinco continentes. Todas las experiencias que se contaron eran total y absolutamente diversas en cultura, economía, sociedad. Siento que ayuda a abrir la mente, ampliar los horizontes, metodología, estrategia y te muestra el calibre de los problemas de otros.
A mí personalmente, me trajo de vuelta. Yo venía ya muy cansada, frustrada con la batalla que estaba dando, y mi sector estaba muy cansado. No lo estamos logrando nomás. Y volví de la pasantía con una inyección de energía muy rara y me activé. Escribí la carta mientras estaba allá y apenas llegué se la presenté a una red pensando en stakeholders. La publicamos, se viralizó y logramos llegar a muchos incumbentes. Así que en mi caso este viaje fue una inyección de energía, para reactivarme en acciones muy concretas, en gestiones. Llamar, conseguir el número, escribirle por interno al director, conseguir todas las redes. El curso me entregó la metodología, pero realmente me revivió y me trajo de vuelta muy empilada.
¿Cuáles crees tú que son los principales desafíos en tu área desde el punto de vista del liderazgo?
–Uno de los principales desafíos es movilizar a la gente para lograr el cambio. Porque tenemos la estrategia y la solución pero no están en la opinión pública. Y los tomadores de decisiones tampoco están diciendo ni haciendo nada. En este minuto el principal desafío es sumar gente que pueda hacer más ruido, impactar en la opinión pública y que de esa manera, hagamos presión para los tomadores de decisiones.
Volví y me puse con todo. De hecho, una de las cosas que aprendí en el curso era que el valor de la fundación estaba. Todos lo sabían, pero lo que faltaba eran los stakeholders, un grupo de gente que le diera fuerza.
¿Y cómo te diste cuenta de eso?
–En una estrategia del curso. Con el grupo de los 13 (la primera generación de la Comunidad de Liderazgo de Colunga) siempre hemos tenido el anhelo por colaborar, ver qué podría pasar. Siempre me sentí muy apoyada en todo esto. Cada uno está en un área nada que ver con la otra, pero más o menos en la misma línea en cargos de liderazgo. Cada uno compartiendo, ‘mira yo lo estoy haciendo así, yo lo estoy haciendo acá’. Entonces me venía armando esta idea de los stakeholders, que es un concepto que conocía, pero ahora lo entiendo. Ha sido un proceso que fue avanzando durante el año, que culminó con la pasantía.
¿Cuando te diste cuenta tú que otras personas te veían a ti como un líder?
– Mi causa es súper invisibilizada, nadie la ve, no existe. Diría que como a los cinco años de tener la fundación, me puse a hacer ruido y empecé a investigar, con mucha fuerza. Ahí creo que me empecé a identificar como líder. Porque caché que no solamente estaba logrando sumar a gente a la causa, sino que me empezaron a buscar y me di cuenta que tenía un poder de movilización.
Es lo mismo que me pasó ahora. Venía muy cansada, muy dormida y decía ‘ya no me da, que más hago’. Sentía que ya no existía ese fuego interior que tuve en algún minuto para movilizar a toda esa gente. Y fue cuando me di cuenta que era una líder. Creo que los liderazgos se cansan también. Y ahora reviví y movilicé rápidamente a mucha gente. Me acordé que eso te hace ser un líder: movilizar gente por una causa.
¿Qué despertó en ti esa energía de nuevo?
–El curso es súper profundo y el coaching del proceso también. Al final no es solamente la experiencia, es uno. Creo que me hizo ver cosas oscuras de mi proceso, que no estaba queriendo ver y que me hacían reacia al trabajo, a pulsar otra vez. Entre el coaching y el curso, me liberé un poco, volví de herramientas y sumado a la metodología, la empecé a adaptar al tiro a mi caso.
¿Cómo ha sido tu proceso de asumir tu rol de liderazgo?
–Creo que he sido paulatino, muy orgánico. La verdad que no lo busqué. Pasó que identifique la necesidad, el hoyo y salió toda la energía. Empecé a moverme y hablar y darle vueltas al porqué pasa esto. Salió muy orgánico porque me estaba moviendo mucho, la gente empezó a escuchar de mí y se empezó a sumar. Ahí uno toma más un rol de líder.
Desde la promoción de la justicia social y de la creación de oportunidades para los jóvenes más vulnerables, ¿cuál es tu visión del Chile de hoy y dónde necesitamos crecer?
–Creo que somos una cultura esencialmente buena. Creo que hoy nos hemos separado, individualizado mucho y hemos olvidado el poder de lo curativo, de lo colaborativo y el poder del amor. Me gustaría a mí que esto fuera diferente.
Yo creo que al Chile de hoy le falta sensibilidad. Le falta en todos los sentidos. Incluso en los mismos sentidos, necesitamos ver más, escuchar más, que nos duela más o que nos alegre más. Siento que en el Chile de hoy nos falta conmovernos más. Que es lo que pasa un poquito en la sociedad civil. Es un grupo de gente que está muy conmovido, muy sensible y se mueve mucho. Es muy rico encontrarse con ellos porque es pura gente buena.
¿Qué me gustaría a mí para Chile? Que fuéramos más sensibles y que actuáramos más desde la sensibilidad, porque lo técnico y las soluciones son muy tendenciosas. Uno quiere esto, otro quiere esto otro, entonces es difícil. Siempre va a ser difícil ponerse de acuerdo, pero si nos ponemos un poquito más humanos, un poquito más sensibles, un poquito más colaborativos, podríamos llegar a política y en general a acuerdos sociales mucho más superiores a los que tenemos hoy día, que nos invitan a separarnos, a salvarnos por sí solos. Da lo mismo que el mundo se queme en 40 años, total, yo no voy a estar vivo.
Entendiendo que estamos en pasando por un momento de policrisis (medioambiental, de confianza, política, estructural), ¿cuál es el rol que debería cumplir la sociedad civil para aportar al bienestar de la niñez?
–Tenemos una deuda con infancia, en el reivindicar la infancia. Su protección en general, la percepción de cómo acompañamos y cuidamos a la infancia está en crisis. En Chile no solamente el sistema de protección, sino que en general, la ley de garantía, y todo el cuento, no cubre lo que deberíamos estar cubriendo en infancia.
Ante la policrisis, la infancia es una más. Tenemos una deuda en el cómo cambiamos esta creencia cultural que permite el castigo, que permite el maltrato, los golpes, el abandono y que sí está instalado todavía en muchas partes de la sociedad y no se hace nada.
Estamos en deuda de que en verdad entendamos que ya no es aceptable, así como no es aceptable que un hombre acose a una mujer en la calle, porque va a tener consecuencias, no como antes. Qué ganas de que pudiéramos desendeudarnos con niñez y lograr un impacto comunicacional, cultural, en el que entendamos que a los niños no se les puede maltratar. Ahí tenemos una deuda y en esta crisis no sirve, porque los sistemas de protección son vulneradores, son revulneradores, porque suceden cosas aberrantes adentro, porque tenemos un gran grupo social de muy bajos recursos que no están siendo bien atendidos.
¿Cómo puede la sociedad civil aportar en “saldar” esta deuda?
–Cosas como las que estamos haciendo, me tendría que poner más inteligente para pensar en otras (se ríe). Pero por lo menos, algo como lo que está haciendo Pacto Niñez. A mí me hace mucho sentido ir diseminando la idea de que los niños, el cuidado, la protección, la no agresión tiene que ver con una cuestión educativa.
Un desafío es el tema comunicacional. Tiene un poder gigante. Ahora a la gente le cuesta manejar con copete y eso es un cambio cultural. Las campañas y el estar constantemente capacitando a las comunidades educativas, a las municipalidades, dando herramientas, podemos cambiar esta cultura del maltrato que hemos tenido históricamente en la niñez y qué es lo que nos ha llevado a tener una crisis de niñez hoy día.