El 40% de la población de los barrios transitorios de La Chimba corresponde a niñez y adolescencia que gracias al programa de Fundación Recrea, está recibiendo formación para no desertar la escuela y para desarrollar habilidades psico sociales. Pero no solo eso: también sus cuidadores se están formando y organizando para crear una comunidad estable y un entorno de confianza. ¿Cómo abarcar todo lo que se necesita para que la niñez crezca en bienestar? Recrea lo descubrió observando y midiendo sus vidas en profundidad para crear soluciones. Aquí la historia de cómo funciona este sistema.

Sofía Ayala (35) es una de las vecinas del Barrio Transitorio Luz Divina ubicado en el campamento La Chimba en Antofagasta, cerca de uno de los vertederos más grandes de Latinoamérica, donde a diario entran 600 toneladas de basura. Llegó hace 15 años desde Bolivia y en Chile tuvo a su primera hija Emily, que hoy tiene 9 años. Durante sus primeros cuatro, cuenta, para su hija era imposible salir a jugar en su pasaje porque es alérgica a las pulgas, que abundaban en la calle al igual que la basura.

Con esa imagen comienza esta historia, que cuenta por qué observar las particularidades y necesidades de la vida de la niñez –como la limpieza de los entornos que habitan, o su posibilidad de jugar– es relevante para comprender cómo vivir en pobreza afecta a niñas, niños y adolescentes y, también, un aspecto clave para encontrar soluciones que aporten a su bienestar integral y resuelvan los problemas que por ahora los instrumentos oficiales que miden la pobreza en Chile no están dimensionando.

Para hacerse una idea, Casen 2022 –publicada en julio de 2023–, arrojó que cerca de 500 mil niñas, niños y adolescentes viven en hogares en situación de pobreza. Sin embargo, la medición resulta insuficiente, ya que como se explica en “Niñez y Pobreza”, agenda temática publicada por el recién estrenado Observatorio Niñez de Fundación Colunga, la pobreza puede manifestarse no sólo como ingresos de un hogar, sino también como falta de acceso a la salud, educación o condiciones de habitabilidad.

Si bien tal como se mide hoy de manera oficial quedan fuera muchos aspectos específicos de las vidas de la niñez y la adolescencia que definen si se vive o no en pobreza, dentro de la sociedad civil, hay organizaciones que sí lo está haciendo, como el programa Barrios Transitorios de Fundación Recrea, quienes realizan intervenciones en campamentos para apoyar a que las comunidades postulen a una vivienda definitiva y acompañarlas en ese proceso de cambio. Con ese fin, se instalaron hace diez años en La Chimba. El primer paso sería transformar el campamento que rodea el enorme basural -y donde 40% de los habitantes son niñas, niños y adolescentes- en barrios donde las personas pudiesen aprender a vivir en comunidad.

Lentes en todas partes para cuidar a la niñez

Dentro del campamento, el barrio transitorio Luz Divina es un condominio donde las mediaguas se enfrentan unas con otras en largos pasajes. Allí se realizan algunas de 15 intervenciones sociales que Fundación Recrea ofrece a las personas que llegan a vivir a la comunidad. Sofía Ayala llegó a este barrio transitorio después de haber vivido junto a su familia -y Emily recién nacida-, en un container al lado del basural, donde su marido trabajaba como recolector por 200 mil pesos al mes. Ella, aunque con un título de enfermería que no ha podido convalidar desde que llegó a Chile, trabajaba por 250 mil pesos en servicios de limpieza.

Fue Susana Véliz, la Directora del Centro de Formación de La Chimba y dirigente de Luz Divina, quien los encontró viviendo sin luz ni agua. En ese momento, había disponible una mediagua que si bien estaba fuera del barrio transitorio, tenía servicios disponibles para su urgencia. Sofía se trasladó con toda su familia, en un mes se armó la casa, pero apenas unas semanas después, se incendió. Emily tenía tres meses. La tragedia aceleró las gestiones que los llevaron a instalarse en una casa en el barrio Luz Divina.

El barrio transitorio de Fundación Recrea tiene como fin superar la pobreza desde sus múltiples dimensiones y, para eso, crean servicios y talleres que responden a los problemas de quienes viven en él midiendo los problemas que enfrentan los integrantes de las familias, entre ellos, niñas, niños y adolescentes. “La pobreza no se puede medir solamente con la parte económica”, dice Alejandra Stevenson, directora de Fundación Recrea, “porque cuando implementamos soluciones que integran los problemas más profundos, las personas empiezan a salir de la apremiante supervivencia, y pueden empezar a enfocarse en crecer en aspectos que ayudarán al cuidado de sus familias, y con ellas, a sus niños”, continúa.

La organización creó un instrumento de medición propio para detectar diversos problemas y con él censaron a 139 familias de 43 campamentos en las ciudades de Tocopilla y Antofagasta, y a un total de 262 niñas, niños y adolescentes. El resultado arrojó que una niña o un niño vive en promedio 10 años en condiciones de pobreza en un campamento, tiempo donde se exponen a diversos factores de riesgo: 8% de ellos presenta alguna enfermedad, 11% ha sufrido bullying, 53% ayuda en las labores de la casa y 31% ayuda en el cuidado de sus hermanos menores (Recrea, 2023).

La pobreza no se puede medir solamente con la parte económica – Alejandra Stevenson, directora de Fundación Recrea

A estos factores propios de la niñez, se suman factores de su entorno: 62% vive en condiciones de contaminación entre ambas ciudades, 63% de inseguridad en el campamento, 80% de falta de espacios públicos y 86% de plagas de ratones, perros e insectos (Recrea,2023). Con esos datos a la mano, en Recrea capacitan a dirigentes de pasajes para que tengan herramientas para abordar estos problemas, entre otros. Así es como Sofía pudo abordar el problema de no poder salir con Emily a jugar producto de las pulgas que había en el pasaje por la basura.

“Después de que me nombraron dirigenta, el logro más grande que tuvimos fue identificar que los perros y personas que entraban sin nuestro permiso rompían las bolsas de basura en las calles, esparciendo todo su contenido por la vereda e impidiendo que los niños jugaran en un lugar seguro. Cada vez que a Emily le picaba una pulga de la basura, le salía una roncha tremenda y eso le daba mucho susto. Pero eso nadie lo ve, nadie anda limpiando porque a una niña le de alergia. Por eso fue tan lindo que pudiésemos organizarnos entre vecinos”, dice Sofía.

“Construimos una caseta para la basura en nuestro pasaje y nos turnamos para limpiarla y ventilarla”, continúa. “Fue la primera que se inauguró en el barrio. Solo esa organización, permitió que los niños volvieran a jugar al aire libre. Después de estar encerrada con Emily por más de dos años, hoy salimos a jugar al pasto, a mirar las plantas que pusimos, a esperar a los pájaros. Fue un cambio de vida para ella, y para todos”.

Esa organización es una de las claves del sistema que tiene Fundación Recrea, y por eso, Ana María Núñez (39), trabajadora social y administradora del Barrio Transitorio Luz Divina VI y VIII, explica: “La formalidad de tener un hogar y una comunidad de donde no te van a echar, hace que la familia sienta seguridad y libertad. Eso alimenta ciertas reglas: voy a cuidar el pasaje donde juegan los niños, voy a ir a trabajar para mantener a mi familia más tranquila, hay horarios en los que tendré que ir a buscar a mis hijos a los talleres, hay una rutina que tendré que seguir o habrán cuentas que tendré que pagar”.

Cuidar a quien cuida

Mientras Sofía avanzaba en su rol de dirigente de pasaje, en uno de los centros de formación del barrio transitorio tomó un curso de agente comunitaria en salud. Eso la impulsó a volver a estudiar Técnico en Enfermería. Entre estudios y trabajos, tuvo que aprender a soltar a su hija: permitirle desenvolverse sin ella en el entorno social.

“Después de todo lo que habíamos pasado, para mí era muy difícil separarme de Emily. A ella le encanta bailar y pintar, y gracias a que aprendí que ella necesitaba esos espacios de desarrollo sin mí, es que pudo empezar a asistir a los programas de “Tarde Protegida”, un espacio de desarrollo emocional, aprendizajes cognitivos y reforzamiento de las materias de la escuela, mientras yo trabajo”, dice Sofía.

“La multidimensionalidad también involucra el cuidado de la adultez que cuida a la niñez”, dice Alejandra Stevenson. “Generar tejido social que abarque a niñas, niños, adolescentes y sus cuidadores es la clave para salir de la pobreza, ahí tienes escucha, tienes cuidados, tienes toda la riqueza que otro te puede dar”.

Hoy Sofía tiene una hija más, de un año y siete meses. Pero esa hija va a crecer en una vivienda definitiva, a la que ella y su familia postularon junto a todas las vecinas y vecinos de su pasaje. Porque la meta del paso por el barrio transitorio es que todos puedan moverse en comunidad hacia la casa propia y así mantener el tejido social.