Benjamín García, director ejecutivo de Espacio Público, es parte de la primera generación de líderes del programa Comunidad de Liderazgo Colunga, iniciativa que busca la formación y articulación de líderes y agentes de cambio dentro de las organizaciones de la sociedad civil para maximizar su capacidad de impacto en las comunidades donde se desenvuelven. En esta entrevista reflexiona sobre los orígenes de su propio liderazgo, su trabajo en Espacio Público, donde ha abordado temas cruciales como la modernización del Estado y la democracia, y los desafíos que enfrenta el sector en Chile.
Abogado y profesor de derecho constitucional y político, Benjamín García lleva poco más de un año como directivo de Espacio Público, centro de estudios independiente reconocido por su enfoque en la mejora del diseño e implementación de políticas públicas para Chile. Desde una espaciosa sala de reuniones, con vistas a la arquitectura histórica de la calle Orrego Luco, en la comuna de Providencia, comenta que han sido meses intensos, Espacio Público ha centrado sus esfuerzos en diversos temas clave para el desarrollo de Chile. Por ejemplo, en materia de seguridad ciudadana, uno de los principales focos de preocupación de la ciudadanía según encuestas. García también ha evaluado el uso de mecanismos como las acusaciones constitucionales, su impacto en la legitimidad del sistema político y el respeto al orden constitucional, sugiriendo cómo deberían ser empleadas para fortalecer las instituciones democráticas.
Además, poco después de asumir el cargo fue seleccionado para integrar la primera generación de la Comunidad de Liderazgo Colunga, iniciativa que busca generar una red de impacto que integren liderazgos capaces de enfrentar de manera innovadora, ética y decidida los desafíos que enfrenta Chile. De hecho, el encuentro para esta entrevista se da la primera semana de octubre, cuando García lleva solo unos días de vuelta de la pasantía internacional en The London School of Economics and Political Science (LSE), instancia que es parte de la formación del programa de Colunga.
El desafío ha sido cómo buscamos una nueva forma de desarrollo que sea más justa, que beneficie a todas las personas, que reduzca la desigualdad que existe y que acorte la brecha entre la élite, la propuesta política, los empresarios, las personas que trabajamos el mundo de la cultura o de la academia, con lo que realmente necesita la ciudadanía.
¿Qué viste afuera que crees que es de valor para ti y para Chile?
–Vi que se ponía mucho énfasis en aspectos del liderazgo que, por lo menos yo, no conocía con tanto detalle y presiento que muchos ejecutivos de empresas, especialmente de fundaciones, no nos hemos formado en eso. Había un aspecto técnico de liderazgo, más táctico, de dar plazos y responsabilidades, que es muy importante. Pero había algo más: un liderazgo transformador que buscaba, de alguna manera, que tú te dieras cuenta qué cosas podías mejorar en aspectos que fueran necesarios para transformar tu organización, para que tu equipo llegue a un nuevo lugar, funcione de forma colaborativa e implementar cambios. Se explicaban distintos estilos de liderazgo, algunos más directivos, otros más de coaching, otros más de autoridad, y también más participativos, democráticos. Te enseñan la idea de que uno no está encasillado en una forma, sino que puedes tener cierta flexibilidad de cuándo utilizar cada estilo de liderazgo.
En tu caso, ¿cuándo te diste cuenta de que otras personas te consideraban un líder o que tenías ese rol de liderazgo?
–No ha sido fácil para mí darme cuenta. Cuando entré a este programa (la Comunidad de Liderazgo Colunga) llevaba poco tiempo siendo director ejecutivo de Espacio Público, aunque antes había trabajado en un rol de investigación. Entonces hay una cierta sorpresa de que te llamen líder. Y esto es algo que hemos conversado con el resto de la comunidad: hacemos nuestro trabajo, pero no nos encasillamos dentro de eso de ser líder.
Y voy a ser honesto: me causaba cierta duda este concepto de ‘líder’ y me lo imaginaba un poquito como el estereotipo del líder que quizás nos ha puesto nuestra cultura. Una persona muy entusiasta, que es capaz de inspirar a todo el mundo, muy extrovertido y yo no me identificaba con ese estilo. Pero en la comunidad, con los ejercicios que hemos hecho también en mi pasantía, uno va dándose cuenta que el concepto es mucho más complejo, que hay distintas facetas, que todas las personalidades tienen una forma de liderar, con sus propios beneficios y puntos de contra que hay que saber manejar.
En ese sentido, para mí fue un descubrimiento el concepto de líder y que ese concepto también fuera aplicable a mí. Agradezco también a dónde estoy y el prestigio Espacio Público que también me permite ser catalogado en esa categoría.
Un gran desafío es mantener el espíritu, las cosas buenas que se han hecho y las buenas formas de trabajo para complementarlo con ideas nuevas, perspectivas distintas, con la mente un poco más abierta a nuevas formas de trabajar.
Hoy día, ¿cómo describirías tu tipo de liderazgo?
–Yo pienso que el liderazgo que me resulta más natural es uno que sea participativo. Poder escuchar las visiones y opiniones que hayan dentro del equipo. En mi caso, muchas de las personas que trabajan en Espacio Público llevan más años que yo en la institución, entonces también hay una historia y una forma de hacer las cosas. A mí me sale muy natural que podamos discutir y conversar. En una institución que trabaja por la profundización de la democracia, entre otras cosas, eso es muy valioso. Obviamente no siempre puede ser así, también hay momentos en que ciertos proyectos requieren más directrices, pero a mí esa forma me sale natural y creo que, como decía antes, hay que ir buscando cómo combinar los estilos.
Como alguien que ha trabajado en la generación e incidencia de políticas públicas, ¿cuáles son los principales desafíos que ves tú desde tu área, desde el punto de vista del liderazgo?
–Yo creo que siempre hay un desafío cuando una institución ha sido exitosa. Hay que tomar todo lo bueno que se ha estado haciendo, pero también pensar en nuevas formas de cómo podríamos mejorar y también de cómo podríamos adecuarnos a las nuevas circunstancias. Eso puede ser, por ejemplo, nuevas circunstancias en el mundo político de las políticas públicas, que es en el que nosotros trabajamos e incidimos. Cómo las nuevas dinámicas se están dando, cómo podemos incidir mejor ahí y estructurar un equipo para eso, cómo podemos mejorar la estrategia de financiamiento que nos ha funcionado, pero también han cambiado las circunstancias internacionales y nacionales. Entonces, un desafío grande es cómo mantener el espíritu, las buenas cosas que se han hecho y las buenas formas de trabajo para complementarlo con ideas nuevas, perspectivas distintas, con la mente un poco más abierta a nuevas formas de trabajar.
A veces la sociedad civil puede ser demasiado soñadora, y es parte de su carisma, pero tiene que ser capaz de proveer vías de acción que sean efectivamente posibles.
¿Cuál es tu visión del Chile de hoy y dónde crees que necesitamos crecer?
–Yo creo que el Chile de hoy es un Chile que pareciera estar entre dos momentos de desarrollo. En los últimos años, desde el retorno a la democracia, han habido muchas cosas positivas, también negativas, pero hubo un modelo de hacer política, un modelo de desarrollo que, creo, se está agotando. El desafío ha sido cómo buscamos una nueva forma de desarrollo que sea más justa, que beneficie a todas las personas, que reduzca la desigualdad que existe y que acorte la brecha entre la élite, la propuesta política, los empresarios, las personas que trabajamos el mundo de la cultura o de la academia, con lo que realmente necesita la ciudadanía.
También en Chile hay un malestar que es muy grande, que se ve muy fuertemente y se vio hace cinco años en el estallido, que sigue, y que fue canalizado, por un lado, exitosamente bajo formas institucionales, pero que no ha resuelto realmente sus problemas de fondo. Tenemos una dificultad muy grande en estas élites para encontrar puntos de acuerdo que nos permitan proyectarnos, no para tres o seis meses, sino para 5 o 10 años.
¿Qué rol debería cumplir la sociedad civil para aportar al país, en un contexto donde nos está costando ponernos de acuerdo?
–La sociedad civil tiene un rol imprescindible en la construcción de un mejor Chile. Por una parte, la sociedad civil siempre tiene que tener un rol crítico de buscar que las cosas cambien para mejor, de cuestionar al poder y la forma en que se hacen las cosas, pero al mismo tiempo, de aportar soluciones. Y soluciones que estén basadas en la conexión que la sociedad civil pueda tener con las personas. Muchas de las fundaciones que conocemos, trabajan directamente con las comunidades en los distintos territorios de Chile. Con comunidades vulnerables o no, de distintas realidades. Y por tanto, tienen esa conexión que pueden hacer llegar a la opinión pública, a quienes pueden tomar decisiones. Y esas recomendaciones o acciones que hagan, tienen que mantener el espíritu crítico, pero también ser pragmáticas, o al menos posibles, digamos. A veces la sociedad civil puede ser demasiado soñadora, y es parte de su carisma, pero tiene que ser capaz de proveer vías de acción que sean efectivamente posibles.
Hoy, en retrospectiva, ya casi al cierre de la formación en la Comunidad de Liderazgo Colunga, ¿cuáles serían tus principales reflexiones o aprendizajes del proceso?
–Para mí la primera reflexión es que ha sido una oportunidad única para conocer al resto de las personas de la comunidad. He aprendido mucho de ellos. Todos están en posiciones únicas y en distintos temas, y eso también es muy interesante. Yo trabajo en políticas públicas, hay otros que también trabajan ahí, pero hay muchos que trabajan en cultura, en temas de gastronomía, en temas distintos y eso ha sido muy enriquecedor. Y una segunda reflexión ha sido ser capaz de asumir que efectivamente ejerzo un rol de liderazgo. Aunque a veces cueste asumirlo, es importante darse cuenta de que el liderazgo es mucho más complejo y mucho más rico que la clásica imagen cultural que todos tenemos del líder exitoso, que es una posición que admite muchos estilos y que todos sus estilos tienen su punto luminoso y distintas formas de llevar a cabo las cosas.