Vivir una vida libre de violencia desde la niñez es fundamental para el desarrollo pleno de todas las personas. Sin ir más lejos, la Agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Organización de Naciones Unidas (ONU) nos insta a erradicarla en las distintas dimensiones del quehacer diario.
Sabemos que existen distintos niveles de violencia y que algunas de sus expresiones son más tangibles que otras, pero todas debieran movilizamos como sociedad con la misma fuerza. Por ejemplo, que casi un millón de niñas, niños y adolescentes en Chile vivan en situación de vulnerabilidad -más de 700 mil en pobreza por ingresos y más de 260 mil en pobreza extrema según la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen) 2020, es violencia.
Que casi 190 mil niñas, niños y adolescentes estén desescolarizados, según cifras del Ministerio de Educación (Mineduc) 2021, es violencia. Que el 77% de los casi 2.800 hogares que se vieron afectados por la pérdida de un ser querido debido ala crisis sanitaria -con la muerte de uno o ambos progenitores, dejando a casi 3.900 niños, niñas y adolescentes sin sus padres y/o madres, según cifras del Ministerio de Desarrollo Social y Familia de 2022- estén en el 40% más vulnerable del país, es violencia.
Si además consideramos que durante abril de este año el Mineduc dio cuenta de 1.500 denuncias en establecimientos educacionales, de las cuales un 30% corresponden a hechos de violencia, y que la Superintendencia de Educación informó un aumento de un 148% en las denuncias de ciberacoso durante marzo en comparación con el promedio del mismo periodo de 2018-2019, no podemos mirar para el lado. Tampoco debemos ignorar la violencia sexual. El Centro de Investigación del Abuso y la Adversidad Temprana (CUIDA) dio a conocer hace poco que una de cada cuatro personas fue víctima de abuso sexual durante su infancia, una cifra realmente dolorosa.
Es por todo esto que desde hace más de 10 años en Colunga, a través del Fondo Transforma Colunga Huneeus, acompañamos iniciativas de la sociedad civil que buscan proteger a la niñez y adolescencia contra toda forma de violencia, como por ejemplo, Conversemos mamá, del Instituto de Neuro Protección Infantil (INPI); o Doble impacto: empoderamiento materno y desarrollo infantil, de EMMA. Y actualmente estamos invitando a más organizaciones a sumarse a este desafío, porque creemos que en conjunto podemos generar los cambios que necesitamos en Chile, porque vivir libre de violencia, lejos de ser un deber moral, es un derecho fundamental.